En este artículo os mostramos un poco de la historia de España…pero no historia aburrida que todos (o algunos) conocemos, si no, la historia del paso y transición de la marihuana en España algunos  años atrás. Empecemos!

Primeras plantaciones

A medida que el hábito de fumar se fue arraigando, el suministro desde Marruecos no tardó en ser escaso e insuficiente, y algunos consumidores decidieron plantar cannabis en territorio peninsular para consumo propio. Este auto cultivo se manifestó incluso antes de que Marruecos alcanzara su independencia. Así, ya en 1954 la policía descubrió una plantación en Alcalá de Guadaira (Sevilla) y otra en Vega del Tajo (Toledo), a resultas de la cual fue puesto a disposición judicial un vecino de Toledo. Esta segunda plantación, descubierta a principios de agosto (justo empezando a florecer), puso en evidencia otro hecho: algún cultivador no sólo trataba de garantizar su consumo propio, sino el de otros usuarios, idea más que evidente cuando al Toledano se le incautaron 11.000 plantas, cuyo peso estimó la policía en 214 kilos.

La marihuana en España

Con este caso, como excepción a la regla, nos inclinamos a pensar que la mayor parte de las plantaciones de la época no estaban destinadas tanto a la venta del producto y si más al autoconsumo, como lo demuestra el descubrimiento en septiembre de 1966 de tres pequeñas plantaciones en el concejo de Langreo (Asturias). Los cultivadores, eran tres obreros que trabajaban en el metal, casados, con hijos, sin antecedentes penales, que habían residido en Marruecos y que, ante la dificultad de obtener grifa en tierras asturianas, habían optado por sembrar cannabis cerca de casa. Por lo demás, se da la circunstancia de que en sus declaraciones ante la policía uno de ellos confesó que tenía intención de regalarle un maletín lleno de grifa a un hermano suyo que vivía en Alcalá de Henares (Madrid) y padecía “una lesión en la columna vertebral, como consecuencia de un accidente minero”, comenzando la existencia de ciertos usos terapéuticos, más allá de los meramente lúdicos o recreativos.

Cultivo de guerrilla durante los últimos años del franquismo

La destrucción a principios de julio de 1970 por parte de la Guardia Civil de otra pequeña plantación localizada en un corral casero en Capdepera (Mallorca), de unos apenas 6 m², con un total de cuatro kilos y medio de cannabis aproximadamente, reafirma la idea de que la mayor parte de la marihuana, se plantaba pensando en el consumo propio. No obstante, como ya se había desatado la histeria antipsicodélica, el propietario de la misma, un vecino del citado municipio balear, fue detenido y puesto a disposición del Juzgado de Manacor y del Tribunal de Contrabando y Defraudación, como si se tratara de un peligroso traficante.

Aquí comienza la caza de brujas contra los hippies y contra sus drogas favoritas ―LSD y marihuana― aumentando la represión policial y haciendose cada vez más dura e impermisiva.

Así, como resultado del descubrimiento de una nueva plantación en vísperas de la Navidad de 1970, en la granja avícola El Bosque, ubicada en Morata de Tajuña (Madrid), fueron detenidos, no sólo el cultivador ―que manifestó haber adquirido el hábito de la grifa durante el servicio militar en el norte de África― y dos supuestos distribuidores ―uno de ellos de profesión pintor industrial―, sino también el legendario músico sevillano Silvio Fernández Melgarejo y otros jóvenes vinculados al grupo de rock Smash.

Durante el último lustro de la dictadura de Franco se descubrieron numerosas plantaciones de cannabis a lo largo y ancho de toda la geografía española: en julio y agosto de 1973, en dos parajes próximos a Manresa (Barcelona); en agosto de ese mismo año, en un lugar no determinado cerca de Madrid; en abril de 1974, en la Ribera de Navarra; en mayo de ese mismo año, en un punto no concretado de la provincia de Valencia; en octubre de 1974, en el término municipal del Puerto de Santa María (Cádiz); en mayo de 1975, en una finca de Torremolinos (Málaga), etcétera. Algunas se encontraban en barrancos, otras camufladas entre hortalizas, árboles frutales y cañaverales, y la diferencia de edad entre los cultivadores abarcaba desde ex legionarios y otras personas que habían cumplido el servicio militar en Ceuta y Melilla o habian trabajado allí, hasta jubilados, pasando por jóvenes sin empleo. En su defensa, alguno de los cultivadores llegó a alegar que el producto que pretendía obtener era la “semilla como alimento para sus pájaros”. Los periódicos, que hasta ese momento se habían limitado a informar del número de plantas requisadas, su peso en bruto y/o los metros cuadrados de la plantación, comenzaron a traducir la mercancia en dinero (por supuesto tomando como referencia los precios del mercado negro) por el valor de las plantas incautadas: entre 80.000 y 90.000 pesetas en un casos, más de 1.400.000 pesetas en otro… Gracias a ello, la pregunta sería, hasta qué punto este tipo de informaciones pudo tentar a muchas personas en un país inmerso entonces en una gran crisis económica, dedicarse al cultivo de marihuana con fines exclusivamente como negocio y lucro propio.

Cáñamo vs. marihuana

Los medios de comunicación de masas, siempre hambrientos de escándalos, en más de una ocasión confundían el cáñamo industrial con la marihuana. Así, en el verano de 1975 la prensa más sensacionalista (como hoy en dia) se las prometía daban de entendidos con el hallazgo en la Plana de Vic (Barcelona) de unas cien hectáreas dedicadas al cultivo de cannabis, que habían sido sembradas por cincuenta agricultores de la zona.

Pero los implicados señalaron como responsable a la empresa CELESA, que les había facilitado diez mil kilos de cañamones y les había prometido 300.000 pesetas por hectárea cultivada cuando estuviera lista la cosecha. Las siglas CELESA correspondían a la empresa papelera Celulosa de Levante, S.A., ubicada en Tortosa (Tarragona), la cual había promovido ―entre agricultores de la Plana de Vic y otros de las provincias de Huesca y Lérida― la plantación de trescientas o cuatrocientas hectáreas de cáñamo destinado a la fabricación de papel fino y de gran resistencia. El hecho de que se tratara de un cultivo experimental autorizado por el Ministerio de Comercio y la Dirección General de Sanidad no impidió que el semanal de sucesos «Por qué» emitiera la noticia bajo un gran titular: “¿Drogas en la Plana de Vich?” (16-Julio-1975).

Un trienio decisivo

Tras la muerte de Franco prosiguió el juego del gato y el ratón entre policías y cultivadores. En mayo de 1976 la Guardia Civil descubrió 3.200 plantas de cannabis en un paraje oculto próximo a Casarabonela (Málaga) y apenas dos meses después otra plantación ―un poco menor que la anterior― en la finca Viuda Chica en el término municipal de Cartama (Málaga), que acabó con  cinco detenidos en relación con ambas incautaciones. Aunque el mayor hallazgo se produjo a principios de noviembre de 1977, cuando la policía descubrió 45.000 plantas a punto de ser cosechadas en una finca particular de Cuéllar (Segovia). El propietario, un universitario de 27 años, alumno de Ciencias Biológicas, alegó en su declaración que había realizado la plantación para su estudio, pero al contar con antecedentes por tráfico y consumo de drogas, y haber sido expulsado de Suecia por los mismos motivos, también pasó a aumentar la larga lista de cultivadores detenidos.

Una cadena de importantes coincidencias hicieron que el trienio comprendido entre 1976 y 1978 se convirtiera en un período clave para el futuro desarrollo no sólo del cultivo y del consumo, sino para la consolidación de una auténtica cultura cannábica en España.

Debemos destacar entonces tres acontecimientos, en primer lugar la publicación en 1976 de una colección de textos de los siglos XIX y XX, escritos bajo la influencia del opio, hachís y otros psiquedélicos, o bien hablando sobre sus efectos (no incluía la cocaína ni la heroína porque el editor consideraba que los textos relacionados con estas dos drogas no tenían calidad ni interés suficientes). Al año siguiente se publicó otra colección literaria sobre el hachís y la marihuana que recogía textos sobre la historia de su consumo, testimonios de algunos mpersonajes ilustres del siglo XX, opiniones médicas, experiencias relevantes enfocadas al aumento del conocimiento y, por último, informes detallados sobre la situación legal en aquel momento. Además de estos dos libros, varias revistas alternativas del época (Ajoblanco, El Viejo Topo, Star, etc…) también dieron mucha importacia y atención a un hábito que empezaba a mostrarse como milenario, con unas implicaciones (literarias, terapéuticas, gastronómicas, etc..) ignoradas hasta entonces por la inmensa mayoría, tanto de activistas como de perseguidores de nuestra materia verde.

Gracias a todo esto,  surgió en Barcelona LEMAR (Legalización de la Marihuana), un pequeño colectivo en contacto irregular con TRICOCO (Tribus – Cooperativas – Comunas), que durante su corta existencia se dedicó a reunir material y documentación y a establecer contactos con médicos, abogados y otros profesionales con el fin de promover la legalización del cannabis, antes de verse engullido por la vorágine de aquellos años tan movidos sin dejar tras de sí demasiadas huellas.

A punto de finalizar el inverno de 1978 el periodista y guionista de cine Gonzalo Goicoechea, conocido por su sensibilidad ante determinados temas sociales y por su valentía a la hora de destapar aspectos oscuros de sucesos, publicó un artículo en la revista «Triunfo» en el que desvelaba algunas particularidades del mercado del cannabis desconocidas por la opinión pública. De entrada, Goicoechea constataba que su uso había perdido gran parte de atractivo que tenía apenas hacía unos años, por haberse convertido en un producto de consumo habitual entre los grupos de jóvenes españoles, “al menos en las grandes ciudades”. Sin embargo, aseguraba que España ―pese a su proximidad a las zonas productoras de Marruecos― era el país europeo donde el hachís era “más caro y de peor calidad”, mientras que la marihuana constituía una rareza en el mercado nacional. Al caso español, el periodista presentaba como ejemplo a Holanda, donde la “permisividad” de una sociedad burguesa con muchos años de tradiciones democráticas admitía que algunas emisoras de FM y piratas informaran cada día sobre la calidad y el precio de la oferta existente.

Ese mismo año hay que destacar la aparición del primer manual para el cultivo de marihuana publicado en España. Editado originalmente en 1973 en Estados Unidos, la obra estaba muy bien ilustrada y ofrecía instrucciones precisas para desarrollar cultivos de interior, con luz artificial, algo que hasta entonces prácticamente ningún cultivador se había planteado en el Estado español. Aunque el libro contenía información que muy pronto quedaría superada, constituía un gran primer paso para promover el autoabastecimiento, dejando de lado las importaciones marroquíes y dando paso al cultivo de interior en nuestro país.

Por último, aunque sea como una anécdota, mencionar el hecho de que en 1978 el escritor Alfonso Grosso quedara finalista del Premio Planeta con la novela «Los invitados», cuya trama recreaba uno de los episodios más sangrientos y misteriosos (todavía sin aclarar) de la crónica negra española: el denominado «Crimen de Los Galindos», descubierto el 22 de julio de 1975. Según la hipótesis del escritor sevillano, el móvil de los cinco asesinatos, y del incendio parcial del cortijo próximo a Paradas (Sevilla) donde tuvo lugar el terrible suceso, habría provocado por un asunto de drogas, en este caso, relacionado con una plantación de marihuana.

Perspectivas de un gran negocio

En 1980 la euforia cannábica ya se manifestaba sin esconderse. Entre junio y octubre, sólo en la provincia de Girona se descubrieron tres plantaciones, una en Bàscara y dos en Salt, y hasta hubo quien sembró marihuana en un jardín interior de la Cárcel Modelo de Barcelona. Si el hecho en sí ya resultaba curioso, más chocantes fueron las declaraciones del director del centro penitenciario, quien declaró que mientras los internos (cuya identidad nunca llegó a conocerse) estuvieran pendientes de la cosecha no invertirían tiempo en fugas ni peleas. Por lo demás, el descubrimiento en junio de 1982 de una misteriosa plantación de marihuana en Las Palmas constituía una evidencia de que la fiebre del cultivo de cannabis alcanzaba todo el territorio del español. Y decimos misteriosa, porque la referida plantación, que se extendía sobre 10.000 m², había sido descubierta por la Guardia Civil en la denominada Finca de Osorio, adquirida hacía poco tiempo por una institución pública de Gran Canaria para ser destinada a parque natural. La pista que había facilitado el hallazgo procedía de un joven que había sido detenido por posesión de marihuana, aunque según fuentes policiales la plantación era de la sociedad de cazadores local, que supuestamente la tenía “para alimentar distintas especies de pájaros”, o al menos eso se quiso creer…

Por otra parte, gracias a la revista alternativa «Sal Común» llegaron noticias procedentes de California dando cuenta de la celebración del “4º festival anual de cultivadores de marihuana”. ¡Un concurso anual donde las muestras de marihuana competían en aspecto, fragancia, sabor y colocón! Una de las primeras Cannabis Cup conocidas, aunque en España todavía sonaba a ciencia ficción.

 

Sin embargo, la rentabilidad de las cosechas de calidad (expresada en dólares y traducida en pesetas) era toda una invitación a sembrar cannabis. Curiosamente, algunos periódicos de referencia también se sumaron a este estímulo del cultivo. Así, el diario «El País» afirmaba en grandes titulares: “El cultivo de marihuana se ha convertido en el cuarto negocio agrícola de Estados Unidos. Nunca la hierba había reverdecido tanto” (11-08-1982). Por su parte, el diario «La Vanguardia» publicaba otro artículo extenso titulado: “Boom del cultivo ilegal de marihuana en EEUU. Una industria de billones de dólares, difícil de controlar por parte del Gobierno” (27-10-1982), y tres años volvía con: “El cultivo de marihuana en los jardines privados es un negocio próspero y de moda en Estados Unidos. El cannabis, que mueve 200.000 millones anuales, se ha convertido en la tercera cosecha, detrás del trigo y el maíz” (17-08-1985). En una sociedad como la española, donde la crisis económica y el paro habían provocado el desgaste del mercado laboral y la economía, afectando directamente a la clase trabajadora y a su futuro, esta campaña de marketing inconsciente, promoviendo la siembra y cosecha de  marihuana, era más que tentadora (prácticamente como en la triste realidad que vivimos hoy en día en España).

Por lo demás, esta promoción indirecta del cultivo convivía con la represión policial, que se traducía cada vez más, en hallazgos de plantaciones por toda la geografía peninsular: San Sebastián (Guipúzcoa), Frías (Burgos), Molinos (Teruel), Olot (Girona), Santa Coloma de Farners (Girona), etc… Destacando por encima de todas la descubierta, la del municipio de Frías, con 100.000 plantas.

La plantación como instrumento reivindicativo

Hoy en día, el cultivo, más allá de garantizar el consumo individual o de constituirse en objeto de comercio, ha jugado un papel muy importante en el proceso de normalización del consumo de cannabis, aunque los resultados no sean los mejores para la comunidad cannábica. Por una parte, la iniciativa asumida en 1994 por la Asociación Ramón Santos para Estudios del Cannabis, consistente en una plantación colectiva dada a conocer a las autoridades por los propios cultivadores (la llamada “brecha catalana”), se cerró a finales de 1997 con una sentencia del Tribunal Supremo; por otra, la asociación vasca Kalamudia conseguía plantar y cosechar sin contratiempos en 1997, 2000 y 2001.

Sin embargo, a nivel legal poco o nada ha cambiado, y año tras año los cultivadores en España tienen problemas con la ley por cultivar marihuana. Al no ser un delito grave (dependiendo de la cantidad y las circunstancias), sino en falta, la mayoría de los afectados no pisan la cárcel, aunque tienen que hacer frente al pago de sanciones económicas. Pero en cualquier caso se ven privados (lamentablemente) de nuestra querida materia verde, lo cual es percibido por los cultivadores como un auténtico crimen, ¿Por qué puedo plantar tomates en mi casa y comérmelos, pero no puedo, plantar cannabis y dar el uso que quiera?. Pero más allá de este hecho, ya en el siglo XXI, cuesta creer que Holanda siga siendo el único oasis verde de Europa, donde el resto de países ni se debate el tema de regularización o despenalización del cultivo de marihuana, en resumen, una gran indignación.

 

Fuente: Juan Carlos Usó, Revista «Cáñamo» núm. 144.